Lo siento por vos

A fines de enero, apenas volvimos de Ushuaia, en la góndola de los fideos del Vea de mi barrio decidí que iba a retomar Preciosa. Hice un aviso en la lista de correo y lo tuiteé, sin esperar mucha respuesta.

Cuando salieron las primeras aplicaciones para "Precios Cuidados", Luciano Ferrer me preguntó si eran lo mismo que lo que yo quería hacer. Le respondí que Preciosa era mucho más que eso, pero todavía tenía dudas sobre cómo concretarlo:

Tres meses después Preciosa tiene una primera versión con casi 2000 descargas, 400 usuarios activos, múltiples aparaciones en radio y TV y muchísimas ideas y ganas para seguir creciendo.

Fueron semanas enteras de laburo, a pulmón, muchísimas horas por día (71 días sin pausa, dice github) y la colaboración desinteresada de decenas de personas e instituciones. La Incubadora de Empresas de la Universidad de Córdoba (donde funciona Phasety) nos dió espacio y asesoramiento, la asociación de consumidores más importante de Perú está interesada en implementarlo en su pais, Huayra Linux incluye Preciosa en su última versión, programadores de nivel internacional hicieron aportes al código, diseñadores y diseñadoras hicieron el logo y muchas otras piezas gráficas y hasta tuvimos que armar un ¡equipo de comunicación!.

Pero más emocionante aún (siempre queda lugar), fue notar que empezamos a hacer realidad algo que gente común estaba esperando. Daniel, un laburante de 47 años, me escribió esto:

"Te mando adjunto una carta que le mande al ministro de economia Kicillof en diciembre de 2013, con un bosquejo de lo que vos estas haciendo realidad. Yo no tengo los conocimientos para desarrollarlo, pero lo necesitamos, cualquier ayuda que este en mis posibilidades hacemelo saber"

En esa carta a Kicillof describe, con palabras sencillas y argumentos brillantes, casi exáctamente las intenciones de la primera versión de Preciosa. La carta termina así:

"Porque la inflación y los precios son una cuestion de estado, el estado somos nosotros, y nosotros DEBEMOS cuidarnos entre todos o fracasaremos en lo que hagamos (...) Esto es lo que me motiva al enviarle esta idea. Me interesa mi futuro,el de mis hijos y el de mis nietos, y el de nuestra tierra Argentina maravillosa."

Mi vieja está orgullosa de todo esto (y yo soy muy riquelmeano, sépanlo), así que estoy tranquilo, pero la "gente que sabe" me dijo, hace unos días, que el proyecto era malo y que se notaba que "no lo siento" (sic).

Qué sabe la gente que sabe

Hace algunas semanas que Preciosa no tiene mucha actividad pública. No hay nuevas versiones de la aplicación, tampoco cambios importantes en la web y hasta estamos flojos con las redes sociales. Pero sigo trabajando todo el día en el proyecto, intentando resolver el "bug Nº 0": necesito plata que me permita armar un equipo profesional full-time dedicado a hacer de Preciosa una herramienta concreta y masiva. No sólo una buena idea potencial: que permita que desde tu teléfono o el sitio web, puedas saber cuánto te va a costar toda tu lista de compras, no sólo un producto en particular. Y que te diga, por supuesto, a dónde te conviene ir y cuánta plata vas ahorrar.

Nunca mandé más mails en mi vida como en estos últimos días. Nunca hablé tanto por teléfono con personas que no conozco ni me animé a "encarar" a gente muy distinta a la que habitualmente me rodea, para contarle sobre el proyecto. Pero lo hice y lo seguiré haciendo porque confío (y sobre todo deseo) que esto funcione.

Por eso dije que sí a la invitación que me hicieron para presentar Preciosa en "El club del Pitch" un encuentro organizado por diversas empresas e instituciones del "ecosistema emprendedor" para presentar proyectos tecnológicos, a los que un panel le hace devoluciones breves, en una especie de simulacro de "ronda de inversión".

Sabía que son ambientes en los que no me siento muy cómodo, donde suele haber mucho ruido y pocas nueces:

Tenía que estar antes de las 9 de la mañana y haber preparado unas diapositivas para una charla de 10 minutos. Ahí estuve, un poco dormido, y me tocó ser el primero. Seis personas, a las que no había visto en mi vida, me harían comentarios en tres minutos, acotados al rol que les tocó: unos sólo las cosas que le parecieron bien, otros las cosas a mejorar, y otros se debían comportar como inversores y decir si pondrían plata en el proyecto.

Mi "pitch" (casi todo allí son anglicismos: pitch, mentors, feedback, coaching, coworking) no fue el mejor, pero creí transmitir bien la potencia de la idea y los desafíos que implica. Regulé mal el tiempo explicando algo superfluo y al final tuve que acelerar porque el máximo de 10 minutos era estricto. No logré explayar para qué necesitaba la plata que pedía y por qué parecía poca.

Una vez que terminás, las "reglas" impiden la interacción con el panel; sólo podés escuchar lo que te dicen. Y lo que me dijeron fueron algunas cosas buenas (las dos mujeres, de unos 40 años, dijeron que les parecía muy buena idea si implementamos la utilidad de encontrar el mejor precio para el "carrito") pero Juan Santiago, dueño de la empresa Santex, me fulminó:

— Me pareció pésimo tu pitch. Horrible. Da la sensación de que no crees en tu proyecto, que podrías estar haciendo esto o cualquier otra cosa, no le transmitis pasión, no llegás a motivar a nadie. Toda esa cosa samaritana de tu proyecto, no la entendí. Y es un disparate que pidas tan poca plata, no tenés ni idea.

Hubo un momento de tensión generalizada en el lugar. El muchacho que coordinaba el encuentro se dió cuenta y se apuró a aclarar:

— Esto es así, no te lo tomes como algo personal. No podés responder nada porque así es la dinámica, sólo podés escuchar. Es preferible que te digan esto ahora, que es gratis, que es un juego, antes de que te suceda en una reunion con inversores de verdad.

Si no es personal, no lo quiero

Me quedé con las explicaciones en la garganta. ¿Cómo podés decirme que no siento lo que estoy haciendo? Hace 10 minutos nunca habías visto mi cara ¿Sabés quién soy, qué hice, qué pienso? ¿Te enteraste que hay decenas de personas que están poniendo muchísimas horas de su tiempo, gratis, sólo porque creyeron en la idea? ¿No es eso "llegar"? ¿No tiene valor alguno para vos que un tipo como Daniel, un laburante, sienta que estamos haciendo lo que él quería pero no podía hacer?

Parece que han comprado en USA el librito del emprendedorismo, donde la idiosincracia y la relación de las personas con la plata es totalmente distinta, donde el lucro es el único motor posible. Pero hablan, siempre, de Latinoamérica, de las posibilidades que hay acá. Algo no encaja en el pitch del pitch.

Un muy buen artículo lo describe así:

Se nos presenta como un desafío, lo que en realidad no puede ser otra cosa, que la adaptación servil a un conjunto de reglas variables, indefinidas y cínicas que no son discutidas, sino acatadas. Para obtener el éxito tienes que seguir las pautas y si no lo consigues se debe a que no lo has hecho bien y por lo tanto, al igual que eres artífice de tu propio éxito, también lo eres del fracaso y de tu pobreza.

Es una lógica de asimetría, una puesta en escena frívola, donde el objetivo es impactar y enamorar (sic) a los inversores, lograr su atención en un standup estudiado de memoria pero que debe parecer, a la vez, espontáneo y pasional. Parece esa gente que está muchas horas frente al espejo peinándose prolíjamente para parecer despeinada. El "emprendedor" no tiene nada para aportarle al otro: está ahí para ser inspeccionado al paso y, pulgar arriba o abajo, enterarse si sirve o no. No hay diálogo posible, no hay enriquecimiento de la idea en un ida y vuelta. Nadie leyó a Freire en el ecosistema emprendedor.

Me lo crucé al coordinador, el que me dijo que no me lo tomara personal, en el Congreso de Periodismo Digital de Fopea al que fui invitado como programador. Le pregunté si sabía cómo podía conseguir una charla con Juan Santiago para explicarle mejor el proyecto.

— No entendiste absolutamente nada. ¿Te creés que el tipo tiene algo que aprender de vos? — me dijo, ofuscado, y luego intentó explicarme lo afortunado que había sido yo por tener la oportunidad que gente tan importante me ayudara desinteresadamente. — A mi me pasó. Yo fui a Sillicon Valley, tuve que pedir plata prestada para el pasaje, a pedir 250 mil dolares para mi proyecto. El inversor me atendió en el pasillo y nunca me miró, estaba así, mirá, mandando mensajitos con el celu.

Sé que hay otras maneras y existe gente que se anima a salirse del libreto. La incubadora de la UNC es uno de estos espacios, que apuesta por el conocimiento como generador de empleo de calidad, de mejorar la vida de la sociedad a través de la tecnología, sin ignorar que para llevarlo a cabo hace falta plata. También debo mencionar a Vanesa Kolodziej, inversora profesional, que no sólo se tomó el trabajo de leer el proyecto y se hizo lugar para charlar conmigo más de 30 minutos, sino que se interesó mucho por saber quién soy, qué busco, sin dejar de hacer su laburo y evaluar la idea desde el punto de vista del negocio.

Sí, necesito plata. La ayuda de la gente que me ama, que cree en mí y en lo que estoy haciendo es enorme, pero no alcanza.

No sé si lograré conseguirla, pero estoy muy seguro de que quiero intentarlo, de que este esfuerzo vale la pena, porque si funciona le servirá a muchos. Sé que es difícil pero me sobra pasión. "La estoy remando en dulce de leche, pero el dulce de leche es rico", le resumí a un amigo.

Y de algo sí estoy seguro: no quiero ser tu mercancía. Creo mucho en lo que hago. Lo siento. Y lo siento por vos.

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